Fray Pedro de Jesús Botía, nació en Mula (Murcia) en los últimos días del mes de Febrero o primeros días del mes de Marzo de 1633, hijo de Ginés  Botía y de María Artero. Quedó huérfano muy pronto, a los quince años de edad, a causa de la  peste que asoló el Reino de Murcia en el año 1648. Se refugió en  un paraje llamado Albalat (Balate), distante de una media legua de Mula (unos cuatro kilómetros), donde tenía una hacienda, para evitar el contagio de la peste.

Hallándose un día en dicho paraje de Albalat (Balate) pastoreando a unas ovejas muy afligido, cuando sin saber de donde hubiese llegado se le apareció ante sí un hermoso niño, con una cruz en su mano derecha, vestido con un traje de Nazareno, y le pregunto el niño al pastor que por qué estaba tan afligido, y el joven pastor le conto lo que le sucedía.

Le pregunto Fray Pedro al Niño que quién era, y este le respondió que era el Niño de Belén y alargándole la Cruz, le dijo, “Toma mi Cruz y sígueme”.

Fray Pedro le preguntó de nuevo donde habitaba y le respondió: “Yo vivo y moro en  mi Eterno Padre” y desapareció.

Fray Pedro por su sencillez no conto a nadie el hecho de la aparición hasta transcurridos bastantes años.

Ingreso en el Convento de los  Franciscanos de Orihuela el día 30 de Marzo de 1653   y emitió los votos cumplido el año de su ingreso, adquiriendo el nombre de Fray Pedro de Jesús Botía.

Vivió varios años en dicho  Convento y posteriormente se traslado al Convento de San Ginés de la Jara. Habitando en este Convento, quiso visitar los  Santos Lugares, obteniendo el correspondiente permiso del superior, visitando: Roma, la ciudad de Asís, Basílica de Santa María de los Ángeles (Porciúncula), y la Basílica de San Francisco.

Encontrándose en uno de estos Conventos, por segunda vez se le apareció un Niño hermoso, y le ordeno que no fuera a Palestina y que regresara a España.

Embarco en Génova con destino a España, y en la misma nave viajaba el Conde de Lemus que regresaba a España tras haber finalizado su tarea como Virrey y Capitán General del Reyno de Nápoles, entablándose amistad entre ambos durante el viaje, llegando a Barcelona donde  ordeno el Conde de Lemus a Fray Pedro que le acompañara a Madrid, donde le introdujo en la Corte presentándole a las Señoras y Señores de la Grandeza de España, quienes no dudaban en pedirle sus servicios como consejero y como director espiritual.

Salió de la Corte, haciendo su viaje a pie y descalzo, como era su costumbre y llego a la Villa de “Consuegra” pueblo de la Mancha, entregando  las cartas de presentación que le había entregado su valedor el Conde de Lemus para el príncipe D. Juan de Austria II.

Encontrándose un día Fray Pedro orando lo vio el Príncipe D. Juan de Austria, y le llamo la atención por aquella fuerza y sencillez con que hablaba el fraile; mandándole llamar a sus aposentos, y haciéndole preguntas D. Juan al fraile quedo admirado por su sencillez, y ordeno que lo visitara de ordinario, y ordenando a su guardia que tendría paso libre para entrar en sus aposentos.

Recibió autorización para volver por un tiempo a su convento en San Ginés de la Jara, pero con la advertencia que tendría que volver a la Corte. Hizo diversos viajes a la Corte y de nuevo a  su convento, hasta que por el Príncipe se dispuso que quedase siendo su asistente espiritual.

Fundo bajo la protección del Príncipe  Juan de Austria el Real Monasterio de la Encarnación de la primera regla de Santa Clara.

Falleció en el Monasterio de la Encarnación de Mula el día 5 ó 6 de Septiembre de 1717 a los 84 años de edad, y fue sepultado su cuerpo en dicho Monasterio.

 

Extraído del libro: Crónicas Franciscanas de España. Capítulos XXVII  y siguientes.

 

 

 

 

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